Se miran, sin más y al poco rato se saludan. Ella está perdidamente enamorada, mientras que él se dedica a regalarle una de sus mejores sonrisas. Por nada del mundo admitiría que se moría de ganas por verle, aunque lo afirmara con su mirada. Sin gesticular, sin decir ni una palabra, le planta dos besos en la cara. Se había quedado sin fuerzas, sin respiración, se inmovilizó, tal vez sin sentido alguno y sin conocimiento. Pero supo que era la chica mas feliz en ese mismo momento, que era la última oportunidad de verle después de mucho tiempo. Ella sabía que nunca la iba a querer ni la mitad que le quiere ella, pero sin embargo descifró su pensamiento, y sabía que tarde o temprano se iba a enamorar, algo iba a suceder, a conmoverse. Siempre dicen que cuando alguien está enamorado le suelen brillar los ojos, pues le lucían mas que nada ni nadie. Quisiera o no el hecho de fijarse en ella no dependía de él, sino de ella, todo estaba e sus manos de decidirse. Se querían. La quería.
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